23 abril 2014

Dos razones para incendiar Quart de Poblet






“Si uno no sabe historia, no sabe nada”
Edward Johnston


Conocer la historia permite comprender el presente del que somos parte, y además, actuar sobre él con “conocimiento de causa”. 

Ya hemos dicho en otras ocasiones que la derrota en la batalla de Almansa, hace 307 años, supuso la desaparición del Estado creado a mediados del siglo XIII por el rey Jaume. 
En ese determinante conflicto, que llamamos Guerra de Sucesión, y que modificó sustancialmente la realidad política hasta entonces vigente, Quart de Poblet tiene página y tragedia propia.

Para comprender lo sucedido aquí y en la Europa de principios del siglo XVIII, hay que tener en cuenta que los Estados entonces existentes, eran más un espacio político al servicio y beneficio de un determinado monarca y su linaje, y menos un Estado-nación tal y como hoy podemos concebirlo. 
Hay que tenerlo presente para entender que lo dirimido en ese conflicto, entre austrias y borbones, era la herencia de Carlos II, con el efecto colateral de una distinta concepción política del estado, más pactista en el primer caso, y más absolutista en el segundo.

La victoria borbónica supuso por tanto un punto de inflexión fundamental en la configuración de la España de la que hoy somos constitucionalmente parte, y que sólo a finales del siglo pasado revirtió en cierto medida el carácter centralista de una “nación” construida desde y alrededor de Castilla, que hasta ese siglo XVIII que nos ocupa, era una parte más, aunque fuera la más importante del todo.

Quart de Poblet fue incendidada por tropas borbónicas el 17 de enero de 1706 “por haver tomado las  armas y ser uno de los más rebeldes”. La justificación dada por el Conde de las Torres, que fue quien ordenó la acción, es relativamente cierta. De hecho, las tropas austracistas que el 30 de diciembre de 1705 ocuparon el estrecho de las Cabrillas en Bunyol, para impedir el avance desde Castilla del ejército felipista, estaban capitaneadas por el Justicia de Quart. Y sabemos que posteriormente hubo oposición armada a dicho avance en el puente de San Onofre, e incluso en la misma población. La pertenencia feudal de este lugar al Monasterio de Poblet, cuyo abad era miembro destacado del gobierno del Archiduque Carlos, añadía sin duda valor estratégico a Quart, con cuyo incendio se lograba escarmentar poblaciones vecinas como Aldaia y Mislata, que apresuradamente prestaron obediencia al Conde las Torres.

Hay también un segunda razón, de naturaleza geopolítica, que explica el incendio de Quart. Una razón mucho más antigua, fechada seguramente antes de nuestra era, que sitúa la cuarta milla de una vía romana hacia poniente, precisamente en Quart, punto de paso obligado del camino que viniendo de Castilla llega a Valencia, pasando por Bunyol. Por eso Quart fue designado por el Conde las Torres punto de reunión de las distintas columnas del ejército borbónico en su marcha hacia Valencia. Así fue, tanto por la cercanía de este lugar a la capital, como por el valor estratégico de tener en su término infraestructuras vitales para el reparto de agua a huertas y molinos de la comarca.

La controversia entre los distintos generales, la falta de artillería para atacar las murallas de la ciudad, la dificultad para hacer llegar los abastecimientos, y los refuerzos austracistas, provocaron finalmente la retirada de las tropas felipistas hacia Castilla en febrero de ese 1706. Restablecida la autoridad del Archiduque, Quart exhibió de nuevo su valor geopolítico cuando a finales de ese año se decidió que fuera aquí donde se recibiera a Carlos III en su visita a Valencia. Aunque el protocolo habitual establecía que el monarca fuera recibido en la frontera del reino, las circunstancias del momento aconsejaron que fuera Quart de Poblet el lugar de recepción, para posteriormente acceder por el portal de las Torres de Quart a la capital del reino en el que el rey permaneció hasta principios de marzo de 1707.

Cuando hoy se habla de financiación autonómica, de federalismo, o de deuda histórica, se refieren problemas que la monarquía de los borbones pretendió disolver por la fuerza de las armas, desoyendo realidades históricas innegables,. Lo que buscaba el borbón francés no era la “nación”, sino una mayor carga fiscal, además de una manera no pactada de obtenerla.
Así estamos.



*En realidad, el profesor Edward Johnston es un personaje de ficción de la novela “Rescate en el tiempo (1999-1357)” de Michael Crichton.
*Una obra fundamental para el estudio de este periodo es la obra de Carme Pérez Aparicio “Canvi dinàstic i guerra de successió. La fi del regne de València”. (2008).