30 abril 2016

QUART 1º de Mayo




Fue a finales del siglo XIX cuando se propuso señalar el 1 de mayo como fecha homenaje a los sindicalistas que fueron condenados y ahorcados en Chicago por defender la jornada de 8 horas (diarias). No eran los primeros ni los últimos mártires de una causa, la del movimiento obrero, que en la temprana revolución industrial inglesa ya se castigaba con el corte de una oreja.

Los primeros indicios de organización de la clase obrera en Quart, o al menos los primeros de los que tenemos constancia documental, son de 1918: la conferencia del joven socialista Isidro Escandell (“Vicisitudes del obrero agrario”) en julio y la huelga de ladrilleros en septiembre. Debe ser precisamente ese año de 1918 por coincidir el final de la Gran Guerra con el máximo porcentaje de desigualdad en el reparto de un crecimiento económico, que habiendo aumentado gracias a la neutralidad española en el conflicto, castigaba el ya modesto poder adquisitivo de las clases populares con alza de precios y estancamiento de salarios.

Las primeras sociedades obreras de Quart que se adhirieron a la UGT lo hicieron en 1922, y durante la II República (que en su artículo primero declaraba que “España es una República democrática de trabajadores de toda clase”) el sindicato socialista contaba con representación y presencia en el ramo de la edificación, en la federación del campo, en el transporte, en la enseñanza y en la administración pública.

En ese mismo año de 1922 sitúa Coll Ferrer (sin constancia documental) la organización de la anarcosindicalista CNT en Quart de Poblet, agrupando fundamentalmente al gremio de albañiles. En 1936 la CNT tenía además presencia en el sector agrícola y en los llamados oficios varios.

La victoria franquista declaró ilegal la actividad sindical (incluso con efectos retroactivos) y reprimió, encarceló y fusiló (en muchos casos) a los sindicalistas. El franquismo fue sin ningún género de dudas el régimen político que en mayor medida atentó contra un derecho fundamental reconocido universalmente por la ONU, y que en España sólo pudo recuperarse, al menos nominalmente, en septiembre de 1976.

Hasta ese momento, y desde ese fatídico 1 de abril de 1939, el protagonismo sindical (ya en el tardofranquismo) fue de las CC.OO, que como movimiento sociopolítico alrededor del PCE, catalizaba gran parte de las acciones sindicales, que más o menos toleradas gracias al entrismo practicado en los “sindicatos” del régimen, utilizaban con la lógica complicidad del clero “obrero”, iglesias y locales parroquiales para asambleas laborales (un ejemplo de ello es el de Benjamín Peinado).

Reconocidos los derechos sindicales en la Constitución y en otras leyes orgánicas, casi cien años después de aquella primera (documentada) manifestación de clase obrera organizada, cabe cuestionarse el protagonismo y vitalidad del movimiento sindical, que aunque transcendente hasta los primeros años de la última crisis, después de convocar y organizar huelgas generales contra la política de recortes sociales impuestos por el poder financiero (el mismo que por su infinita glotonería la había provocado) parece haber perdido su poder de atracción, e incluso, su propia razón de ser. 

Cabe preguntarse también si quienes obtienen el sustento de su trabajo, de la misma manera que lo hacían nuestros vecinos del siglo pasado, son conscientes del esfuerzo histórico que ha supuesto asegurar derechos, que aunque mínimos, son infinitamente superiores a los de entonces; cabe preguntarse si son conscientes de que los sindicatos son simples herramientas (muchas y variadas) y que en cualquier caso no cabe esperar más que aquello que se dijo en el tiempo de los mártires que hoy conmemoramos: “la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos o no será”.